La selección nacional está dejando el nombre de nuestro país en lo más alto || Cortesía |
BUENOS AIRES -- Y no podía ser de otra manera. La final que no vimos en la Copa América, como lo sentía César Farías. Uruguay y Venezuela se sacaron chispas en el Centenario. El partido, en fútbol, no tuvo mucho brillo. Sin embargo, ambos dejaron la piel y la gente lo vivió como una verdadera fiesta. Al final, fue un justo reparto de puntos en Montevideo.
Para nadie es un secreto que Uruguay es la mejor selección de los últimos tiempos en Sudamérica. Tomaron protagonismo con su representación del continente en Sudáfrica 2010, se consagraron el año pasado en Argentina y poseen jugadores de jerarquía en algunos de los equipos más importantes del mundo. Por ello, y por jugar en condición de local, los charrúas llegaban con el cartel de favorito para el choque con Venezuela.
No obstante, la historia tuvo muy poco que ver con ese presagio. Fue una verdadera batalla táctica entre Tabárez y Farías. Un partido trabado desde el arranque, con imprecisiones y juego brusco. Ambas selecciones entendieron rápidamente el cauce que estaba tomando la contienda y ninguno hizo nada para cambiarlo. Se repartieron la pelota y apenas crearon ocasiones de peligro, por lo menos durante la primera etapa.
Una desatención de Giácomo Di Giorgi le permitió a Diego Forlán poner arriba a Uruguay. El delantero del Inter le ganó la espalda a Fernando Amorebieta, controló un gran pase de ¨Palito¨ Pereira y definió con categoría ante Renny Vega. Venezuela sintió el golpe, pero Farías tranquilizó rápidamente a sus jugadores con un claro gesto desde la zona técnica. Y así pasaron los primeros 45 minutos, los peores del partido en cuanto a fútbol.
Venezuela asumió el protagonismo en el segundo tiempo y la historia tomó otro camino. El equipo de Farías salió con otra cara, mostró buen fútbol y manejó la pelota con criterio. Seijas y Arango empezaron a participar con mayor regularidad y Tomás Rincón vino de menos a más, situación que le permitió a la Vinotino adueñarse completamente del mediocampo.
Uruguay perdió verticalidad y comenzó a depender cada vez más de alguna maniobra individual. Sin embargo, Venezuela estuvo impecable en la marca y controló sin mayores problemas cada intento de su rival. Un cabezazo de Lugano casi arma la fiesta en el Centenario, pero Renny Vega respondió de manera brillante e impidió que tal cosa sucediera.
Farías empezó a mover fichas y el partido sintió el cambio. Miku reemplazó a Feltscher y Venezuela tomó peso en ataque. Pero faltaba algo& ¿Fútbol? Y es por eso que Yohandry Orozo ingresó por Di Giorgi minutos después. El hombre de Wolfsburgo aportó precisión, velocidad y compromiso con el juego colectivo. Era otra Vinotino y era otro Centenario, plagado de nerviosismo e insultos que llovían desde la platea alta.
Y así nomás llegaría el empate. Salomón Rondón, quien tuvo una dura batalla de fuerza con los centrales uruguayos durante el partido, aprovechó la salida de Lugano para elevarse en el área y poner el 1-1 definitivo. Fue la segunda oportunidad clara para el delantero del Málaga, esta vez tras un centro de Juan Arango y un ligero desvío en Diego Godín.
Como una patada de ahogado, Tabárez mandó a Sebastían Abreu al terreno de juego. Sin embargo, el hombre de los milagros esta vez no pudo cambiar la historia. En juego aéreo, Venezuela fue mucho más fuerte que su rival gracias al trabajo de Amorebieta, Cichero y Vizcarrondo. Sólo Luis Suárez pudo enredar a la defensa criolla, que solucionó el tema con un gran trabajo de relevos.
Con el pitazo final, la gran cantidad de venezolanos que se hicieron presentes en el Centenario armaron la fiesta con bombos y platillos. Y no es para menos& La Vinotinto consiguió un punto muy importante en Montevideo y alargó su racha sin derrotas ante Uruguay (6). Más allá de eso, todos sabemos que es largo el camino a Brasil 2014. Hoy nadie nos impide soñar, pero no es tiempo de triunfalismos. En una semana, ante Chile, jugamos otra final.
Por Alejandro Lodeiro - ESPNdeportes
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